10 poemas de Wislawa Szymborska | MÁS LITERATURA


Wislawa Szymborska poemas


Wislawa Szymborska (1923-2012) es una de las poetas más importantes del siglo XX y parte del XXI. Los temas que se encuentran en su obra, son diversos. En su primera etapa literaria se puede observar un compromiso político. Sin embargo, esto cambia en su poesía adulta y madura, debido a que se hallan aspectos más contemplativos y filosóficos, mostrando un interés profundo por reflexionar sobre los diferentes aspectos que conforman al ser humano, la vida misma, la naturaleza, la biología u otros temas variopintos.

En esta ocasión, presentamos una selección de 10 poemas de Wislawa Szymborska, tomados de la antología Paisaje con grano de arena, que fueron traducidos por Ana María Moix y Jerzy Wojcjech Slawomirski. 


PAISAJE CON GRANO DE ARENA

Lo llamamos grano de arena.
Pero él no se llama a sí mismo ni grano ni arena.
Prescinde de nombre
común, individual,
fugaz, duradero,
erróneo o adecuado.

Indiferente a nuestra mirada, al tacto.
No se siente ni visto ni tocado.
Y si cae en el alféizar de la ventana
la vivencia es nuestra, no suya.
A él tanto le da donde caer
sin la certeza de estar cayendo
o de haber caído ya.

Desde la ventana hay una bella vista sobre el lago,
pero esta vista no es capaz de verse a sí misma.
Incolora, informe,
inaudible, inodora
e indolora vive en este mundo.

El fondo del lago nunca toca el fondo,
sus orillas no tienen orillas.
Sus aguas no se mojan ni tampoco se secan.
Las olas no se sienten singulares ni plurales.

Susurran sordas a su susurro
entre piedras ni pequeñas ni grandes.

Y todo sucede bajo un cielo de por sí inceleste,
donde el sol se pone sin ponerse nunca
y sin ocultarse se oculta tras una nube inconsciente,
que el viento alborota por el mero impulso
de soplar.

Transcurre un segundo.
Otro segundo.
Un tercer segundo.
Pero son sólo nuestros tres segundos.

El tiempo ha volado cual mensajero con una noticia urgente.
Pero sólo es un símil por nosotros elaborado.
Personaje inventado, atribuida la prisa,
inhumana la noticia.


RESEÑA DE UN POEMA JAMÁS ESCRITO

En las palabras iniciales de la obra
la autora sostiene que la tierra es pequeña,
en cambio el cielo es grande hasta la exageración,
y en él hay, cito literalmente, «más estrellas de lo debido».

La descripción del cielo denota perplejidad,
la autora se pierde en espacios sobrecogedores,
la inercia de tanto planeta la impacta
y, acto seguido, en su mente (imprecisa, justo es decirlo)
comienza a formularse la pregunta:
¿estamos solos
bajo la capa del sol y de todos los soles del universo?

¡A pesar del cálculo de probabilidades!
¡Y de la convicción hoy universalmente compartida!
¡En contra de las irrefutables pruebas que de un momento a otro
caerán en poder del hombre! ¡Ay, la poesía!

Por de pronto nuestra vate vuelve a ser tierra,
planeta que puede «seguir su curso sin testigos»
la única «ciencia ficción que el cosmos puede permitirse».
La desesperación de Pascal (1623-1662, la nota es mía),
según la autora, no halla rival
en ninguna, digamos, Andrómeda ni Casiopea.
La exclusividad magnifica y obliga,
de ahí el problema acerca de cómo vivir, etcétera,
puesto que «el vacío no lo solucionará por nosotros».
«Dios mío», clama el hombre a Sí Mismo,
«ten piedad de mí, ilumíname»…

Atormenta a la autora la idea de una vida derrochada,
como si la vida contara con reservas sin fondo.
De las guerras, siempre —en su provocadora opinión—
derrotas de ambos bandos.
De la «brutestatalidad» (sic) de la gente para con la gente.
La obra exhala una intención moralista que
en pluma menos ingenua tal vez hubiera resultado luminosa.

Por desgracia, no es así. La tesis, tremendamente osada
(¿acaso estamos solos
bajo la capa del sol y de todos los soles del universo?),
está planteada con un estilo descuidado
(una mezcla de sublimidad y lenguaje cotidiano),
que abre un interrogante: ¿a quién convencerá?
A nadie, seguro. Con lo dicho basta.


EXPERIMENTO

Como cortometraje antes de una película
cuyos actores se esforzaban al máximo
para provocar mis lágrimas, e incluso mi risa,
se proyectó un interesante experimento
con una cabeza.

La cabeza
minutos antes aún pertenecía a…
y ahora aparecía cortada.
Todos vieron que carecía de torso.
De la nuca le colgaban los tubos de un aparato
que mantenía la circulación sanguínea.
La cabeza,
muy bien, gracias.

Sin muestras de dolor ni tampoco de sorpresa
seguía con la mirada la luz de una linterna.
Cuando sonaba el timbre levantaba las orejas.
Con la nariz húmeda acertaba a distinguir
entre el olor de tocino y la inodora nada.
Y relamiéndose con visible deleite
babeaba en honor a la fisiología.

La fiel cabeza de un perro,
la bondadosa cabeza de un perro,
entornaba los ojos al recibir un mimo,
convencida de seguir formando parte de un todo
que arqueaba el lomo bajo una caricia
y movía el rabo.

Pensé en la felicidad y sentí miedo.
Si la vida se redujera a eso,
la cabeza
era feliz.


EL CLÁSICO

Bastarán unos puñados de tierra para olvidar la vida.
La música se liberará de las circunstancias.
Se apagará la tos del maestro por encima de los minués.
Y se arrancarán las cataplasmas.
El fuego consumirá la peluca llena de polvo y piojos.
Las manchas de encausto desaparecerán del puño de encaje.
En la basura acabarán los borceguíes, testigos incómodos.
El alumno menos dotado se llevará el violín.
Se limpiarán de cuentas del carnicero las partituras.
Las cartas de la pobre madre llenarán el estomago de los ratones.
Se extinguirá para siempre el amor prohibido.
Los ojos nunca más volverán a nublarse de lágrimas.
La cinta rosa le encantará a la hija de los vecinos.
La época, gracias a Dios, todavía no es romántica.
Todo cuanto no sea un cuarteto
se rechazará por quinto.
Todo cuanto no sea un quinteto
se apagará a soplos por sexto.
Todo cuanto no sea un coro de cuarenta ángeles
se acallará como el aullido de un perro y el hipo de un gendarme.
De la ventana se retirarán el jarrón de áloe,
el matamoscas y el tarro de pomada,
y se recuperará —¡cómo no!— la vista al jardín,
un jardín que nunca estuvo aquí.
Y ahora, escuchen, escuchen, mortales,
prestad atentos devoto oído,
devotos, atentos, mortales a la escucha,
escuchen, oyentes, todo oídos…


ALLEGRO MA NON TROPPO

Eres bella –le digo a la vida–,
imposible imaginarte más exuberante,
ni mis ranil, ni más ruiseñorial,
ni más hormiguera ni más semillero.

Intento ganarme su simpatía,
halagarla, mirarla a los ojos.
Soy siempre la primera en saludarla
con expresión de humildad en el rostro.

Le salgo al paso por la derecha,
le salgo al paso por la izquierda,
extasiada la pongo por las nubes,
y caigo de bruces, fascinada.

¡Qué montaraz el saltamontes,
qué mora la zarzamora!
Nunca creerlo pudiera
quien tal prodigio no viera.

No se me ocurre –digo a la vida–
con qué poder compararte.
Nadie ha hecho nunca otra piña
ni mejor ni peor apiñada.

Alabo tu generosidad e ingenio,
tu grandeza de miras y tu opinón,
¿y que más?, ¿qué más alabo?,
tu taumaturgia y tu brujería.

Para no ultrajarla en exceso
y evitar sus iras y enojos,
desde hace cien milenios
le doro la píldora sin sonrojo.

Me acerco y le doy un tirón de hoja:
¿se ha detenido?, ¿me ha hecho caso?
¿Por una vez, solo una,
olvida dar el siguiente paso?


CUMPLEAÑOS

Cuánto mundo ha venido de todo el mundo:
morrenas y murenas, mares y morago,
auroras, arcoiris, águilas y astrago.
¿Dónde ponerlo todo? Dios mío, ¿qué hago?
Esos llandes, lloredos, lluvias y llubinas,
esas llacas y llamas, ¿cómo las hacinas?
Berilos, gorilas, trémolos y mirlos.
Gracias, no sabría cómo digerirlos.
No hay jarro ninguno para berza ni brezo,
aletazo, gazapo, zaragata y cerezo.
¿Dónde guardo el colibrí?, ¿dónde el brocado?
Con la cebra y la cabra en serio me enfado.
El dióxido ya es algo que vale por tres,
y aquí, para colmo, octópodo y ciempiés.
Aunque han quitado el precio de las estrellas,
lo adivino y creo que no soy digna de ellas.
¿Vale la pena acaso regalar un ocaso?
¿A alguien que en el mundo está sólo de paso?
Me entretengo un segundo, y sólo un segundo:
los detalles omito, y el resto confundo.
¡Imposible apartar lo real del vacío!
Perderé sin remedio mis flores de estío.
Flor perdida, marchita, ¡qué pena de gasto!
El peciolo, y la hoja, y el cáliz tan casto,
¡cómo se esfuerza para no durar entera,
qué desdén puntilloso, qué endeblez altanera!


LAS CARTAS DE LOS MUERTOS

Leemos las cartas de los muertos como dioses indefensos
pero, al fin y al cabo, dioses, ya que conocemos la continuación.
Sabemos qué deudas no se pagaron.
Con quiénes se precipitaron a casarse las viudas.
Pobres muertos, muertos cegados,
engañados, falibles, previsores en vano.
Vemos muecas y guiños a sus espaldas.
Al oído nos llega el rasgar de testamentos rotos.
Ridículos, como sentados en tostadas de mantequilla,
echan a correr en pos de sombreros al viento.
Su mal gusto, Napoleón, el vapor y la electricidad,
sus curas mortíferas a enfermedades curables,
su bobo Apocalipsis según San Juan,
su falso paraíso terrenal según Jean-Jacques…
En silencio contemplamos sus peones en el tablero de ajedrez.
pero cuando ya han avanzado tres casillas.
Cuanto habían previsto sucedió diferente,
o un poco diferente, es decir, absolutamente diferente.
Los más vehementes nos miran confiados a los ojos
para por fin ver, según sus cálculos, la perfección.


ACASO

Pudo haber sucedido.
Debió suceder.
Sucedió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Pero no a ti.

Te salvaste por ser el primero.
Te salvaste por ser el último.
Por estar solo. Con gente.
A la izquierda. A la derecha.
Porque llovía. Porque había sombra.
Porque lucía un sol esplendoroso.

Por suerte había un bosque.
Por suerte no había árboles.
Por suerte, un raíl, un gancho, una viga, un freno,
una repisa, una curva, un milímetro, un segundo.
Por suerte había a mano un clavo ardiendo.

A causa de, puesto que, sin embargo, pese a.
A saber qué hubiera ocurrido si la mano, si el pie,
por un pelo, a un paso de una coincidencia.

¿Estás, pues, aquí? ¿Salido de un instante aún entreabierto?
¿La red sólo tenía una malla, y tú a través de la malla?
No logro salir de mi asombro ni articular palabra.
Escucha
en mí late, desbocado, tu corazón.


NADA DOS VECES

Nada sucede dos veces
y es lo que determina
que nazcamos sin destreza
y muramos sin rutina.

No por ser el más obtuso
en la escuela de lo humano
puedes repetir el curso
de invierno o de verano.

Ningún día se repite,
ni dos noches son iguales
ni dos besos parecidos,
ni dos citas similares.

Hace poco por tu nombre
alguien te llamó de cerca,
pensé que caía una rosa
desde tu ventana abierta.

Hoy tu mirada rehuyo,
clavo la mía en la hiedra.
¿Rosa? ¿Qué es una rosa?
¿Es una flor? ¿Una piedra?

¿Por qué el instante presente
vértigo y pena procura?
Hoy siempre será mañana:
es y será su hermosura.

Entre sonrisas y abrazos
verás que la paz se fragua,
aunque seamos distintos
cual son dos gotas de agua.


LA REALIDAD EXIGE

La realidad exige
que también se diga:
la vida sigue.
Sigue en Cannas y en Borodino
y en Kosovo Pole y en Guernica.

En una plaza de Jericó
hay una gasolinera,
y en Bila Hóra hay bancos
recién pintados.
Entre Pearl Harbour y Hastings
va y viene el correo postal,
un camión de mudanzas pasa
ante la mirada del Icón de Queronea,
y a los huertos en flor de los arrabales de Verdún
sólo llega un frente atmosférico.

Hay tanto Todo
que Nada apenas se nota.
La música llega
desde los yates de Accio
y bailan al sol las parejas.

Suceden tantas cosas
que en todas partes algo sucede.
Donde quede piedra sobre piedra,
un vendedor de helados
asediado por niños.

Donde Hiroshima,
otra vez Hiroshima
y fabricación de productos
de uso cotidiano.

No carece de encantos un mundo tan terrible,
no carece de madrugadas
que merecen un despertar.

La hierba es verde
en los campos de Maciejowice,
y en la hierba, como en toda hierba,
el rocío es puro cristal.

Quizá no existan más campos que los de batalla,
algunos aún recordados,
y otros ya olvidados,
bosques de abedules y bosques de cedros,
nieves y arenas, irisadas ciénagas
y despeñaderos de negras derrotas,
donde en caso de urgente necesidad
nos agachamos hoy detrás de una mata.

¿Y en qué moraleja refluye? Quizás en ninguna.
Lo que en verdad fluye es la sangre que pronto se seca
y siempre algunos ríos y algunas nubes.

En los desfiladeros trágicos
el viento se lleva los sombreros
y, no podemos evitarlo,
nos produce una risa loca.


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