Robert Louis Stevenson y su amigo asesino serial | MÁS LITERATURA

 

Robert Louis Stevenson datos curiosos

Robert Louis Stevenson fue uno de los escritores más queridos por Borges y también por Javier Marías, quien en su libro Vidas escritas, nos recuerda un dato curioso sobre Stevenson, y no se trata sobre el incendio accidental que ocasionó en un bosque cerca de California, tampoco de que dejó Europa para casarse con Fanny van de Grift Osbourne, una mujer estadounidense que estaba casada con un hombre que no le hacía caso; mucho menos se trata de su delicada salud debido a que se le mal diagnóstico tuberculosis.

En sí, Javier Marías nos recuerda que Stevenson fue muy amigo de un asesino serial, de un tal Eugène Chantrelle, un francés que había huido de su país por matar a varias víctimas, envenenándolas con su platillo de queso fundido y opio. Al parecer lo habían descubierto en su patria, por lo que luego huyó a Inglaterra y asesinó a otras personas con el mismo platillo.

En consecuencia, Chantrelle se la pasó huyendo, llegando hasta Edimburgo donde dio clases de francés y, posteriormente, se casó con su alumna Elizabeth Dyer, quien tenía 16 años y a quien amenazaba con envenenarla. Así que, a finales de la década de 1870, Eugène contrató un seguro de vida de mil libras que podía cobrar en caso de que su esposa muriera por un accidente. Y eso sucedió, Elizabeth fue envenenada por su esposo. La policía pudo encontrar evidencias sobre este suceso y condenaron a Eugene a la horca. Stevenson no sabía que su amigo era asesino, hasta que lo capturó la policía. Stevenson y Marías cuentan que Chantrelle podría haber dedicado su vida al mundo de las letras por su gran pasión y disciplina en las traducciones de Moliere, pero su verdadera vocación, lamentablemente, era dar de comer queso fundido y opio a sus víctimas. 

Más graves eran, con todo, los delitos de su amigo Chantrelle, feliz solamente cuando estaba bebido. Era un francés que había abandonado Francia por asesinato; luego Inglaterra, por asesinato; y desde que se hallaba en Edimburgo, más de cuatro y cinco personas habían sido víctimas de «sus pequeñas cenas y su plato favorito de queso fundido y opio». El asesino Chantrelle era hombre, sin embargo, de inquietudes literarias, dispuesto a traducir a Molière de viva voz y de corrido. Según Stevenson, podría haber triunfado en esa profesión o en cualquier otra, deshonesta u honrada. Pero al parecer siempre abandonaba sus planes y volvía al «más simple proyecto» de matar a otros. Al final fue condenado, y sólo entonces supo Stevenson de sus hazañas. Es de suponer que hay que creerle y que, de haber estado él enterado, no lo habría tratado tanto, pero en todo caso la experiencia pareció dejarle una cierta tolerancia para con los crímenes más abyectos; de otro modo no se explica su comentario en una carta sobre el jefe Ko-o-amua, con el que se llevó muy bien en su exilio polinesio: «… gran caníbal en su día, ya se iba comiendo a sus enemigos mientras volvía andando a casa tras haberlos matado; y sin embargo es un perfecto caballero y excepcionalmente afable e ingenuo; ningún tonto, por lo demás».

Javier Marías

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