En la película La chica de la
aguja el personaje Peter regresa de la Primera Guerra Mundial y descubre
que su vida ha cambiado, porque su esposa lo niega y lo rechaza debido a que
creía que estaba muerto y ahora que aparece, en su rostro se encuentran las
cicatrices de la guerra, pues una máscara cubre parte de su rostro para no
revelar las mutilaciones que sufrió durante los conflictos bélicos.
La caracterización de este
personaje resalta bastante en el filme, porque se entiende la referencia
directa al pintor alemán Otto Dix, quien vivió la Primera Guerra y que además
tras su regreso a Alemania, creó la obra Jugadores de Cartas.
En este cuadro se presencia cómo los
personajes tienen heridas similares a las de Peter y, de igual manera, se
observa cómo utilizan máscaras y prótesis para cubrir sus rostros mutilados.
Estas similitudes de las obras reflejan
una verdad y una realidad propias de cada artista, mostrando una crítica social
y política de la compleja vida que algunos ciudadanos europeos sufrieron
después de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, estos preceptos
utilizados en la película no son novedosos, debido a que, en la República de
Weimar, los artistas pertenecientes al movimiento de la Nueva objetividad,
principalmente del grupo de los veritas, del cual pertenecía Otto Dix, buscaban
narrar “su verdad” y “su realidad” sobre la crisis de posguerra que las
personas sufrían después de la Gran Guerra.
A pesar de que Magnus von Horn y
Line Langebek retomaron elementos de la Nueva objetividad alemana dentro de su
filme, renovaron el concepto de una manera ingeniosa, debido a que los
problemas de posguerra ya no se tratan de la población germana, sino de la
población danesa.
Así, el estereotipo geográfico
cambió de manera inteligente para poder crear una ficción individual sobre la
asesina en serie Dagmar Overbve y, asimismo, narrar la historia de Karoline,
quien es un personaje individual que, a su vez, funge como un personaje
colectivo, porque muestra el sufrimiento de las mujeres que fueron víctimas de
los problemas sociales de posguerra y de las falsas promesas de Dagmar Overbve.
En este sentido, el personaje
Karoline muestra cómo las clases sociales altas se aprovechaban de las mujeres
más desprotegidas, engañándolas con falsas promesas de un futuro más alentador.
De igual manera, se puede observar cómo los procedimientos para el aborto eran
una labor bastante arriesgada, debido a que se introducían agujas, arriesgando
su salud y, en ocasiones, hasta su vida. Asimismo, en el filme se observa cómo
las mujeres embarazadas eran engañadas por Dagmar Overbve para poder realizar
su siniestro labor, que era ahorcar a los bebés y arrojarlos en alcantarillas o
en otros lugares donde las autoridades no buscaban los cadáveres.
Con estos ejemplos, se puede
observar que, en La chica de la aguja, los elementos veritas de
la Nueva objetividad fueron aplicados de un modo preciso en el filme, pero
añadiendo más profundidad a los hechos humanos, resaltando la atrocidad que
causó la guerra no sólo a los soldados, sino a toda la población. Así, la
narrativa de Magnus von Horn y Line Langebek se asemeja al trabajo de Otto Dix,
particularmente, a su serie de grabados titulada La guerra.