Wislawa Szymborska: moda, psicoanálisis y cine | MÁS LITERATURA

Wislawa Szymborska Portada



Wislawa Szymborska es reconocida por su poesía amorosa, principalmente por sus versos “Nada sucede dos veces”. Sin embargo, su escritura va más allá de los temas que están un poco azucarados, pues existen escritos en donde la artista polaca realiza una gran crítica social de su época.

Es necesario recordar que Szymborska presenció la Segunda Guerra Mundial y el anexo de Polonia a la Unión Soviética. Por tal motivo, en sus primeros libros abordó una gran crítica social y política de su época, incluso escribió “Así dije al Yeti”, para reclamar a Stalin todas las atrocidades que sucedían en la Unión Soviética y también exponía su enojo a la censura que muchos escritores tuvieron durante el siglo XX.


Así, pues, esto es el Himalaya.
Montañas corriendo hacia la luna.
El instante del despegue detenido
en un cielo rasgado.
Un desierto de nubes lleno de agujeros.
Un golpe en la nada.
El eco: un mudo blanco.
Silencio.
Yeti, abajo es miércoles,
hay abecedario y pan,
dos y dos son cuatro,
y la nieve se funde.
Hay una manzana roja
partida en cuatro.
Yeti, entre nosotros
no sólo existe el crimen.
Yeti, no todas la palabras
condenan a muerte.
Heredamos la esperanza,
regalo del olvido.
Verás cómo entre ruinas
parimos niños.
Yeti, tenemos a Shakespeare.
Yeti, tocamos el violín.
Yeti, al anochecer
prendemos la luz.
Aquí, ni luna ni tierra,
y se congelan las lágrimas.
¡Oh, Yeti, casi hombre de la luna,
piénsalo y vuelve!
Así dije, a gritos, al Yeti
entre las cuatros paredes de avalanchas,
y para entrar en calor pateaba
en las nieves eternas.

“Así dije al Yeti”, Wislawa Szymborska


De igual manera, dentro de su obra se encuentra el famoso poema “Amor a primera vista”, que inspiró a Kieślowski para realizar su película Rojo. Lo que llama la atención de sus versos es que no habla sobre el voyerismo que existe en la película de Kieślowski, sino sobre los encuentros y abandonos inesperados que suceden en la vida.


Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
—quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún «lo siento»
o el sonido de «se ha equivocado» en el teléfono—,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.

Todo principio
no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

“Amor a primera vista”, Wislawa Szymborska


Su poesía aparentemente es sencilla, pero cuando se revisan sus libros con mayor cuidado, se encuentran reflexiones filosóficas y sociales bastante profundas. Szymborska puede describir una flor como un hecho simple. Sin embargo, ella realiza preguntas sobre cómo el humano ha dejado a un lado la belleza de la naturaleza para crear destrucción.

También se hallan otros temas, como las múltiples guerras que han existido en Polonia a lo largo de la historia, o la contemplación de las aves y la naturaleza. Estos tópicos incluso podrían tener similitudes con algunos versos de Emily Dickinson, porque ambas escritoras contemplan al mundo sin nombre, sólo presencian la esencia de las cosas y viven en un presente que no necesita ser adjetivado.


El concepto de «mundo ordinario» no existe para mí. Cuanto más sabemos de él, tanto más enigmático se torna, y la vida que en él existe se nos revela como una extraordinaria anomalía cósmica. Un árbol que crece y el murmullo de sus hojas: con eso tengo más que suficiente.

“¿Qué es el misterio?”, Wislawa Szymborska


Aunque Szymborksa cuente con una gran cantidad de obras, el libro más recomendado es Prosas reunidas. En él se pueden encontrar artículos y reseñas sobre libros que iba escribiendo para el semanario “Vida Literaria”.

Lo que llama la atención de estos textos, es que Szymborska puede hablar en tres páginas sobre temas que parecen banales, pero que tienen mucha relación, como la industria de la moda, la desigualdad social, sobre los sueños, las aves, el cine y todo esto ligarlo a la literatura o problemas filosóficos.

Por ejemplo, sobre la moda menciona que existe una relación entre la forma de gobierno de una sociedad y la manera en que las personas visten. Para explicar este tema, la autora visita metafóricamente la Antigua Roma, con el objetivo de recordar cómo los esclavos debían vestirse de diferente forma para que no se dieran cuenta de su desigualdad social y así no se pudieran rebelar:


En Roma, naturalmente, el ciudadano de pleno derecho se distinguía del resto llevando una toga, pero su uso era muy poco frecuente durante los tiempos del Imperio. Por la calle, no era nada fácil apreciar la diferencia entre un in­dividuo libre y otro que no lo era: solía ocurrir que los esclavos salían de casa cubiertos de oro para presumir, mientras que los ciudadanos libres se ponían el primer trapo que encontraban. Gibbon cuenta que un buen día se presentó en el Senado una moción que pretendía poner punto final a aquella escandalosa situación y votar a favor de un uniforme reglamentario para todos los esclavos. El Senado desestimó la propuesta no porque amase la democracia sino justamente por todo lo contrario: los esclavos, ataviados todos ellos con uniformes, se darían cuenta de inmediato de su abrumador número...

“El estado de la moda”, Wislawa Szymborska


Por otra parte, sobre los sueños, la escritora polaca critica severamente las propuestas psicoanalíticas que Carl Gustav Jung escribió en Sobre la naturaleza de los sueños. Para Szymborska, existe un gran distanciamiento lingüístico entre el pensamiento y la palabra. Esta situación dificulta la interpretación objetiva de los sueños. Además, Wislawa agrega que existen ciertos elementos que dificultan la interpretación de dichos actos oníricos, como el contexto, los limites del lenguaje y la narrativa cultural.

Con esto, la autora ofrece severos cuestionamientos al lector sobre las teorías psicoanalíticas que se desarrollaban en la primera mitad del siglo XX. No obstante, Szymborska admite con humildad que no es una experta en dichos temas, pero sí es necesario desarrollar una formulación de preguntas que permitan ampliar el conocimiento sobre la psicología.


Hay otro asunto relacionado con los expertos del psicoanálisis que me inquieta. Para ellos, los sueños son solo eso, y lo que realmente se convierte en el objeto de sus investigaciones es el relato de nuestros sueños; y esa es una gran diferencia. Para relatar nuestros sueños precisamos de una sintaxis que ordene y racionalice (es decir, que transforme) ese enigmático caos que los envuelve. La precisión de nuestro relato dependerá también de nuestro vocabulario léxico e incluso de la tradición literaria que hayamos asimilado como propia. Los grandes traductores saben de la dificultad que implica trasladar de una lengua a otra todos los matices del texto, así como transmitir adecuadamente el énfasis de la frase. ¿Por qué iba a ser más sencillo traducir el lenguaje de los sueños al de la realidad? Imaginemos que tres individuos diferentes, uno chino, otro árabe y otro papú, tuviesen exactamente el mismo sueño una noche. Sé que es imposible, pero imaginémoslo de todos modos. Al despertar, cada uno de sus relatos se convertiría con toda probabilidad en una versión de un mismo hecho. Diferentes sistemas lingüísticos, diferentes modos de narración, diferentes concepciones y asociaciones de ideas...

“¿Qué es soñar?”, Wislawa Szymborska


En cuanto a los temas de aves, la artista polaca destaca en su forma de narrar eventos naturales que pueden parecer extraños y crueles para cualquier ser humano. Wislawa menciona que las aves fuertes y débiles, en ocasiones, no son víctimas de la selección natural, sino de su propio desconocimiento de los peligros que existen en la migración masiva:


El ave es un loco ignorante de su propia locura. El instinto que le obliga cada otoño a alzar el vuelo y migrar, a veces, a decenas de miles de kilómetros de distancia, solo en apariencia le es favorable y vela por su seguridad. Si la razón fuese únicamente el encontrar un buen cebadero con un clima más templado, muchas especies de aves finalizarían su persistente migración mucho antes. Pero estas irresponsables criaturas vuelan más allá, por encima de las montañas, donde sorprendidas por el temporal se hacen añicos contra las rocas, o, sobre los mares, se hunden en ellos. El propósito de la naturaleza ni siquiera es la despiadada selección natural: en estas circunstancias mueren de igual forma los ejemplares más débiles y los más fuertes.

“Felicidad compulsiva”, Wislawa Szymborska


Por último, en el libro Prosas reunidas, se pueden encontrar diversas reflexiones sobre el cine, por ejemplo, Wislawa Szymborska habla de cómo en occidente existe un gran problema en etiquetar el cine de Akira Kurasawa: “Solo hay una cosa que en vano, desde mi punto de vista, quita el sueño a algunos críticos de Europa occidental. El efecto causado en Europa por películas como Rashomon, Los siete samuráis o Trono de sangre fue tal que los críticos mantienen la duda de si Kurosawa es tan genuinamente japonés como se piensa, o si por casualidad las películas fueron adaptadas al gusto occidental”. Asimismo, la poeta polaca recuerda a todos sus lectores que las películas de terror fueron causa de un grato accidente de Georges Méliès:


El cine de terror como género apareció bastante pronto, pues ya lleva sesenta años asustando a la gente, distrayendo sus pen­samientos de las preocupaciones cotidianas. Mientras Méliès filmaba una escena de exterior delante de la Ópera de París, durante unos segundos su cámara se agarrotó y, al revelar la ima­gen, descubrió que el ómnibus se había convertido de repente en un coche fúnebre. Y montados en ese coche mortuorio, los cineastas se adentraron en un mundo de asombrosas posibilidades.

“El cine de terror”, Wislawa Szymborska
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