Philippe Jaccottet: “Mis amigos de antes” | MÁS LITERATURA

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MIS AMIGOS DE ANTES

Ah, mis amigos de antes, que vamos siendo otros,
nuestra sangre está pálida, nuestra esperanza es corta,
nos hacemos avaros y prudentes,
sin aliento enseguida —viejos perros guardianes sin gran cosa
que guardar ni morder—,
nos vamos pareciendo a nuestros padres…

¿Es que no hay ningún modo de vencer
o de no ser vencido por lo menos antes de tiempo?
Sonó el bombo sombrío de la edad en nosotros
el día en que por vez primera con sorpresa
nos hallamos marchando con la cabeza vuelta
hacia el pasado, listos para ser coronados de recuerdos…

¿Es que no hay más camino
que marchitarse en esa mesura delirante,
el laberinto ya de las mentiras o el miedo vano?

¿Un camino que no sea ni impostura
como el perfume del anciano hermoso,
ni un gemir de herramienta ya sin filo,
ni el balbucir del loco que no halla más vecino
que un agresivo, insomne y sin semblante?

Si no es ya soportable ver sin más lo visible, si
en verdad la belleza ya no es para nosotros
—el temblor de los labios al abrir un vestido—,
busquemos por debajo todavía,
busquemos, sí, más lejos, allá donde se hurtan las palabras,
donde nos lleva, ciega, no se sabe qué sombra
o qué perro color sombra y paciente.

Si hay algún pasadizo, no puede ser visible
Si hay algún pasadizo, no puede ser visible,
si hay un candil, no será uno de aquellos
que llevaba dos pasos por delante del huésped la doncella
—veíamos volverse rosa al cuidar la llama
su mano, cuando la otra empujaba la puerta—,
si hay palabra de paso, no podrá ser palabra
que bastara dejar inscrita aquí como cláusula simple de
seguro.

Busquemos fuera, pues, de nuestro alcance, o por no sé qué
gesto,
qué brinco o cuál olvido que no se llama ya
ni «buscar», ni «encontrar»…

Oh amigos que van siendo viejos casi y lejanos,
yo intento todavía no volverme a mis huellas
—recuerda tú el serbal, recuerda el blanco espino
ardiendo en la vigila de Pascua… y el corazón
languidecer entonces, lagrimear en la ceniza—,
yo intento,

pero siento que es casi demasiado
ese peso del lado de la sombra al que bajar nos veo,
y alzar con lo invisible cada día,
¿quién podría ahora ya, quién ha podido?

PHILIPPE JACCOTTET

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