Andréi Tarkovski, la contemplación y la salvación de la inactividad

 

Andréi Tarkosvki y el tiempo


En el cine de Andréi Tarkosvki, la contemplación es un elemento esencial que busca mostrar cómo el flujo de la vida y el tiempo se combinan para aportar un nuevo significado de la existencia a través de los sentidos.


Esto lo logra compartiendo tomas sobre la naturaleza de las cosas. Por ejemplo, se puede observar el paso del aire por la hierba o el flujo del agua en los arroyos.


Para Tarkovski, el cine no funciona como un elemento en donde se le proporcionan los símbolos al espectador para que, de manera predeterminada, los descifre y pueda entender el filme.


Al respecto, en su libro Esculpir el tiempo, el director ruso mencionó que rechazaba al cine de montaje, “porque no permite que la película se extienda más allá de los límites de la pantalla. Porque no deja al espectador que someta lo que ve en la pantalla a su propia experiencia. Ese tipo de cine plantea enigmas al espectador, le hace descifrar símbolos y entusiasmarse por alegorías, apelando a su experiencia intelectual”.


Para Andréi, “el cine fluye y se transforma continuamente y ofrece a cada persona la posibilidad de sentir y llenar cada momento de un modo propio”.


Así, sus películas comparten al espectador una posibilidad de encontrar un significado de sí mismo a través de la contemplación, debido a que la estructura narrativa se pausa brevemente para hallar un momento en donde se puede realizar una reflexión interior sin necesidad de colocar elementos en donde se le diga qué pensar al espectador.


En este sentido, Byung Chul Han también comparte la misma opinión de Tarkosvki, porque menciona que el humano carece de tiempo para reflexionar, debido a que se vive en una constante exigencia de la acción y en donde la contemplación es excluida porque es considerada inactividad.


La contemplación ya no es una constante. Sin embargo, el trabajo, la incesante búsqueda del éxito y la preocupación por el dinero han incrementado tanto que las personas han dejado de lado el tiempo inactivo en el que se permite saber quiénes somos a través de los sentidos.


Por tal motivo, el pensador surcoreano menciona en su libro Vida contemplativa que vivimos en un apocalipsis continuo de la acción. Es decir, siempre debemos estar haciendo algo para percibir nuestra existencia y así tener un valor individual y social.


En este sentido, lo que propone Byung Chul Han es brindarnos un momento para renunciar a la acción, con el objetivo de contemplar y vivir el presente:


Si todo es rápidamente disponible y consumible no se genera ninguna atención profunda, contemplativa. La mirada vaga alrededor, como la de un cazador. Con ello se pierde cualquier punto de referencia sobresaliente ante nosotros, en el que poder detener la mirada. Todo está aplanado y sometido a necesidades cortoplacistas.

También pertenece al vocabulario heideggeriano de la inactividad el término «renuncia». «Renuncia» significa cualquier cosa menos darse por vencido o dejarse llevar. Al igual que otras figuras de la inactividad, establece una relación constructiva con aquella esfera del ser que permanece cerrada a la actividad controlada por la voluntad. La renuncia es una pasión por lo indisponible. Justo en la renuncia nos volvemos receptivos al don: «La renuncia no quita. La renuncia da». El ser como lo indisponible se da en la renuncia. Así la renuncia se transforma en un «agradecimiento».


Byung Chul Han en su libro Vida contemplativa


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